Perdí la cuenta de los días y los meses que pasé esperando. Esperando a que lloviera, a que hiciera sol, a que llegara el verano o esa fecha incierta. Esperando, envejecí. Rodeada de mil esperas que luego pude ir quitándome como envoltorios de chocolatinas, solo que en ellos, no había nada.
No hay nada en la espera, solo perdida de tiempo e ilusiones. Y así fue que un día me harté de esperar y dejé atrás los envoltorios, y aunque seguí envejeciendo, lo hice sin esperas, sin retrasos, sin miedo y desazón.
No esperes tú tampoco. La vida se esfuma, en un abrir y cerrar de ojos, y te puedes encontrar con un desierto dejado atrás de “nadas.” El tiempo perdido es irrecuperable. El ahora es lo único que existe que por bueno o malo que sea, es lo único que se tiene.
No hay esperas, hay oportunidades que si surgen serán bienvenidas, pero sin que tu tiempo dependa de ellas.