Acabo de cumplir lo que creo son dos tercios de mi vida. Y sospecho y creo firmemente que vivo ya de prestado. Sabemos que los estragos de la juventud a la larga se pagan. Pero esta manera de ver la vida no es negativa, al contrario, es bien positiva, especialmente ahora.

A los 22 me dijeron que si no dejaba de beber en dos años la palmaba. Seguí bebiendo y por suerte no fue así y aquí estoy, aunque si dejé finalmente el alcohol a los 28. También fumo desde los 17. Quizá algún día me desprenda de ese habito, pero no se si lo lograré. Por eso y muchas razones más, cada día que pasa agradezco “vivir para contarla.”

Estoy ya en esa edad en que la gente se va yendo o se pone enferma. El tiempo se va cobrando poco a poco vidas y los que aún permanecemos aquí después de “La Movida Madrileña,” tenemos mucho que agradecer. Yo estoy en ese momento ahora. Mi futuro es incierto, como el de todos, pero yo vivo el “ahora” porque no me da para más. Me preocupo sólo de vivir cada día como si me quedara poco.

Vivir al día tiene muchas ventajas. No me planteo grandes hazañas u objetivos. El único que tengo es disfrutar de experiencias, familia y buenos amigos. Así de simple. Esto me libera de mucha frustración y preocupación. Y esto, desafortunadamente, se aprende de los reveses de la vida.

En este capítulo he decidido hacer cosas que antes no me permitía, simples, pero que para mi son un mundo, como darme un masaje, hacerme una manicura, ir al cine, cenar fuera más y comer cosas que antes me prohibía y seguiré así, pasito a pasito mirando tan lejos como me permita el instante porque para mi “dentro de un mes no existe,” quizá la semana que viene es lo más lejos que puedo planificar ahora. No me sobra el tiempo, me falta y voy a exprimirlo lo más posible porque ya vivo de prestado.