Como nadie debiera resignarse a vivir una vida pequeña, una vida sin ilusión y oportunidades perdidas. Ya he estado ahí, y no vuelvo. No hay marcha atrás.
No me resigno a una vida de pago de letras de piso, de tardes en el sofá viendo lo que hace el famosillo de turno, ni a las cenas a horas señaladas por compromiso.
No me resigno a una vida estipulada ni por mi ni por nadie. Días dictados por la costumbre, por “lo que se espera” de mi.
Ya viví atada a mis miedos, a la rutina y al ahorro para nada. Para que se me rompiera algo y me costara la vida.
No te resignes a una vida vacía. No hay tiempo que perder, ni nada que perder porque al final lo que cuenta es lo vivido. Todos vamos al mismo sitio, lo que importa es lo que hacemos mientras llegamos.
No he inventado la rueda, son palabras quizá muy manidas, pero ahora soy fiel a ellas y respiro y vivo en paz sabiendo que hoy y cada día cuenta.