No soy de las personas a las que le cuesta levantarse temprano. Al contrario, me despierto y salto de la cama para lanzarme al día. Mis días empiezan con mil expectativas, y esas horas tranquilas antes de salir al trabajo me llenan de calma y estabilidad.
Es raro que me despierte sin ganas. Siempre hay algún proyecto, una ilusión que me impulsa a querer empezar con urgencia.
Cierto que me llevo desilusiones y los días no siempre salen como quiero, y ahí es cuando me tengo que recordar que no puedo controlarlo todo.
Quizá me baje el ánimo durante en día y llegue algo desplomada al final, pero me acuesto y vuelvo a despertarme con la misma ilusión. “Hoy puede ser un gran día”. Sé que es una lotería y pese a eso, me sigo tirando de cabeza al juego día tras día. Será lo que tenga que ser y ya me recompondré cuando cruce el umbral del cuarto y me duerma al final de la larga jornada.