
Después de la tormenta llegó la templanza y las ganas de vivir.
Siento cierta templanza. Después de la tormenta las aguas se han calmado. Veo el mundo de otra manera, quizá con una visión más tranquila. Tengo poco ánimo de lucha. No porque me falten las fuerzas, sino porque las cosas las voy tomando menos a pecho y la aceptación de las situaciones desagradables llega antes.
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