Cuando lees a veces encuentras que el escritor te quita las palabras de la boca. Esas que no sabrías expresar y que él resuelve de manera tan audaz. Me gustan aquellas historias donde el autor se hace visible divagando mientras hace una reflexión personal que saca a la luz quien hay detrás de esas letras tan bien concebidas. Uno se siente como si estuviera charlando en la intimidad con un amigo con el que se tiene mucho en común. La divagación en una historia, puede ser aún más poderosa que la historia que se está contando. Se entremezclan y al final eres parte de la historia pues es en esas divagaciones estás con el autor. Así me sentía yo cuando leía a Javier Marias. Y así fue que su perdida fuera un golpe tan duro e inesperado. Se ha ido alguien con quien me llevaba muy bien y me contaba historias para hacer mi vida más grata, y unos ratos mucho más interesantes y menos solitarios. Me sentía comprendida.
Javier Marías deja un vacío enorme. No solamente en mí sino en las letras que ya no escribirá. Pero él perdurará en sus obras, que muchos releeremos para volvernos a encontrar. Con él y con nosotros mismos. Nos quedan sus entrevistas, sus libros, sus artículos. Gracias Javier.
Cuando han pasado muchos años, o incluso no tantos, la gente se cuenta los hechos como le conviene y llega a creerse su propia versión, su distorsión.
Así empieza lo malo – Javier Marías